Antes que nada, dejemos algo en claro, la creatividad NO es una cualidad exclusiva de los músicos o de las agencias de publicidad. La creatividad está en todos nosotros y es posible aplicarla en prácticamente todo lo que hacemos.

Podemos utilizar nuestra creatividad tanto para el diseño de un sitio web (un aspecto un tanto obvio) como para armar un Excel con un reporte, y no me refiero únicamente a la tipografía y color de las cifras sino también a cómo se calculan o qué proceso ejecutamos internamente al momento de armarlo. En todos los aspectos, es posible «ponerse creativo» y encontrar diversas formas de hacer algo.

Sin embargo, considerando muchos aspectos de la vida cotidiana de hoy en día, es posible caer en una meseta rutinaria donde la creatividad pasa a un segundo plano. Para evitar eso, puede ser muy útil conocer algunos aspectos clave y ejercicios:

Muchos creen que las ideas que generamos son como el aire que hay en una habitación cerrada: después de usarlo y usarlo, simplemente se acaba. Nada más lejos de la verdad.

Las ideas que generamos se parecen más al viento; a veces sopla fuerte y trae un montón de cosas y otras veces está mucho más calmo. Pero siempre estará presente y es inagotable.

No forzar los procesos creativos

A veces necesitamos avanzar con cierto trabajo que requiere de ideas originales o al menos encontrar una forma eficiente de hacerlo. Sin embargo, puede suceder que en el momento, por más que nos esforcemos, no surja ninguna idea. Esto es normal y puede ser frustrante.

Algo muy útil en estos casos es hacer una pausa y pasar a otro tema. Así, permitimos que nuestra mente tome un descanso y ejercite otras áreas, lo que permitirá luego encarar nuevamente la tarea original estando más frescos.

Moverse

Si bien lo ideal sería por ejemplo andar en bicicleta o nadar (no sólo por la creatividad sino porque además es saludable), lo cierto es que a veces alcanza simplemente con dar unas vueltas por el espacio de trabajo.

 

Pararse, estirar los músculos y ponerlos en movimiento… esto activa el sistema circulatorio y hace que se irriguen mejor las extremidades; en definitiva pone el cuerpo a trabajar más que cuando estamos sentados y hace, a su vez, que el cerebro funcione mejor.

 

Arte

Desarrollar alguna actividad artística es sin duda un excelente ejercicio para la creatividad. Pero también puede serlo simplemente consumir arte. Escuchar música, ver una película u obra de teatro, leer, ver pinturas…

 

En todos los casos estaremos poniendo en uso varios de nuestros sentidos, estimulándolos, y a su vez además puede llevarnos a pensar en distintas cosas. Un cuadro puede recordarnos alguna situación, una canción se puede asociar a una persona…

 

Cualquier estímulo que nos haga pensar y relacionar personas, hechos, lugares y otra enormidad de factores puede resultar una buena forma de ejercitar la creatividad.

 

 

Tener de dónde inspirarse

Muchas veces, sobre todo en el ámbito laboral, se utiliza el término «inspirarse» como sinónimo de, un poco más o un poco menos, copiarse de otro.

 

Esto no tiene por qué ser así. Uno puede, sin dudas, inspirarse en lo que otra persona generó, pero esto no implica necesariamente estar copiándolo.

 

En muchas ocasiones ver cómo otra persona aplicó un recurso nos sirve para entender de qué forma está resuelto a nivel conceptual y a partir de ese concepto pensar varias formas en que eso podría aplicarse a lo que nosotros debemos resolver.

 

Tomar notas

Tener en dónde anotar cosas que se nos ocurren, ya sea una idea de negocio, un cuento, un plato o una nueva forma de firmar los mails, es un excelente ejercicio para aprovechar mejor las ideas que generamos. Ellas, a su vez, servirán como disparadores para muchas otras y así sucesivamente.